La jornada había comenzado en la playa de Chimisay. En la misma, se realizó la acogida de los participantes. El primer gesto del significativo día consistió en la llegada y entrada solemne del farol de la Misión, que había sido encendido con la Luz de la Paz de Belén que permanecía custodiada en el Santuario del Hermano Pedro, en Vilaflor. En el mismo aparecen el emblema de la Misión y la figura de los patronos de la misma. También fue recibido el cuadro con la imagen de la Virgen del Socorro. Posteriormente tuvo lugar la representación del hallazgo de la Virgen por parte de los Guanches. Desde la costa, los presentes se dirigieron hasta la ermita cercana del Socorro. Allí el obispo Nivariense presidía la eucaristía. Bernardo Álvarez destacó en su homilía los aspectos centrales de la solemnidad de Pentecostés. Igualmente puso de relieve la importancia de que cada cristiano, en razón de su bautismo, es un misionero. En este sentido, el obispo, subrayó algunos pasajes de la exhortación del papa Francisco: La alegría del evangelio. En la misma, entre otras cosas, si invita a todos los católicos a renovar el encuentro con Jesucristo y a compartir esa experiencia.
Por último, el obispo invitó a hacer vida la afirmación de la Cruz de la Misión: alguien me espera, y a seguir llevando adelante el sueño misionero de llegar a todos, siempre guiados por el Espíritu Santo. "Ahora toca a cada parroquia concretar acciones específicas. Cada una de acuerdo con su realidad"-enfatizó. En la parte final de la eucaristía, se realizó el gesto de bendecir los símbolos de la misión. Todos los presentes habían recibido la Cruz que contiene la frase: "Alguien me espera " y, por otra parte, Bernardo Álvarez encendió del cirio principal de la Misión, y lo entregó a los arciprestes a fin de que hicieran los propio con el de cada parroquia de la vicaría sur.
Al finalizar la Misa el prelado invitó a vivir en salida misionera, en una Iglesia en estado permanente de Misión, puesto que la fe no es un asunto estrictamente privado, dijo recordando una afirmación de Juan Pablo II en una visita a España: ¡Salid, pues, a la calle, vivid vuestra fe con alegría, aportad a los hombres la salvación de Cristo que debe penetrar en la familia, en la escuela, en la cultura y en la vida política!
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