1 de febrero de 2012

San Juan Nepomuceno... por José Luján Pérez


San Juan Nepomuceno nació en 1340, cerca de Pilsen en Bohemia, fue canónigo regular de San Agustín en la catedral de San Guido de Praga y luego vicario general del arzobispo. El rey Wenceslao lo mando a encarcelar y con sus propias manos lo quemó con una antorcha obligándole a manterner silencio, debido a los reproches que éste le hacia por su impiedad. El 20 de mayo de 1393 el citado rey lo hizo arrojar desde lo alto de un puente de Praga el río moldaba, atado de pies y manos y con un tarugo de madera en la boca que se le mantenía abierta. Durante la noche un misterioso fulgor brillo encima del cadáver que flotaba sobre el agua. Siendo estos hechos certificados en un informe enviado por el arzobispo de Praga al Papa Bonifacio II.


La canonización fue pronunciada por el Papa Benedicto XII en 1729. Su tumba ubicada en la catedral de Praga fue lugar constante de peregrinaciones. Su culto se extendió en el s.XVIII debido a la influencia de los Jesuitas, que lo glorificaron como promártir del sacramento de la confesión. Siendo en 1732 adoptado como patrón secundario. 
Se le consideró protector de los puentes, ya que había sido arrojado de lo alto de uno en Praga. Siendo en Austria honrado como tal llegando en sus puentes a erigir una estatua en su nombre o capilla. Los barqueros al igual que los confesores lo eligieron como patrón y se le invocaba contra las inundaciones y contra las enfermedades y tumores de la lengua.


En España y debido a los Jesuitas se extendió su devoción y patronazgos. En Canarias tuvo bastante auge, no siendo raro encontrar en las iglesias una imagen o pintura representando al santo.
La presencia de una imagen de este santo en el templo de San Miguel de Abona se remonta al s.XIX, siendo el primer documento donde aparece recogido, un inventario de 1835. Cuya ubicación en dicha iglesia era la hornacina baja del altar de San Miguel.
Queda por esclarecer si la imagen fue adquirida por la fábrica parroquial, si fue objeto de alguna donación particular, o si proviene de algún convento desamortizado, siendo esta última opción por coincidencias cronológicas, quizás la más acertada.


La imagen de San Juan Nepomuceno que se conserva en la parroquia de San Miguel Arcángel, ha sido realizada en madera de cedro y mide 34 cm. de altura, aparece de pie sobre una peana troncopiramidal rematada con una nube que simboliza la Gloria. Viste sotana negra, roquete y muceta gris forrada de armiño. En su mano derecha porta un crucifijo, mientras que en la izquierda mantiene la palma que se le otorga a los mártires como signo de victoria. La cabeza la ladea hacia la derecha, fijando su mirada en el crucifijo. Su rostro es de finas facciones, cejas arqueadas y ojos bien abiertos, la barba partida se resuelve a base de pequeñas ondas. El pelo con suave movimiento deja entrever los lóbulos de las orejas, cayendo éste sobre la nuca. Sobre su cabeza un birrete o bonete aureolado con cinco estrellas.


Observando detenidamente la imagen, hallamos en la parte inferior de esta una rubrica que dice "Ferdo Estebes". Por cronología, podríamos estar ante una obra del citado escultor Estévez, pero atendiendo a la forma en la que esta realizada la rúbrica, desconfiamos de su autenticidad. Pero quien quiera que haya sido el que halla firmado esta pieza, tenía conocimiento de que la autoría de ésta fluctuaba entre los dos grandes artistas de la época, Fernando Estévez o su maestro José Luján Pérez. Sin embargo, haciendo un estudio más exhaustivo de la imagen, haciendo un análisis comparativo y observando las técnicas de ejecución, podemos afirmar que estamos ante una imagen del escultor José Luján Pérez.

Este estudio ha sido factible hacerlo gracias al proceso de restauración que se ha llevado a cabo en la preciada imagen. El estado de conservación en el que se encontraba la imagen, en el momento de la restauración, era bastante malo. Siendo sus principales daños su descontextualización y consiguiente abandono, añadiendo a esto otros factores como: restauraciones desafortunadas, pérdida de materia y volumen (mano derecha y dedos de la mano izquierda), falta de adherencia entre los diferentes estratos de policromía, craquelados, grietas y fisuras, todo ello causado, en gran medida, por las variaciones de humedad y temperatura. Además, se observó que la imagen presentaba varios repintes, suciedad superficial y pérdida de sus atributos más representativos (palma, crucifijo y bonete).

En función del estado de conservación que presentaba la imagen y siguiendo los criterios que legislan las restauraciones de obras de artes, se ha tenido como principio fundamental frenar el proceso de deterioro y restablecer una lectura correcta de la misma, aunando en la obra de forma coherente su dimensión artística, estética, histórica, simbólica y religiosa, basándonos en el conocimiento de la misma, teniendo en cuenta los principios básicos de la restauración -reversibilidad, est



El proceso de restauración consto de varias fases; primeramente se realizó la fijación de la capa pictórica, procediéndose luego con la limpieza, destinada a la eliminación de la suciedad superficial, repintes, restos de barnices envejecidos, etc.; luego se realizaron los volúmenes perdidos (la mano derecha y los dedos pulgar y meñique de la mano izquierda). Con el fin de devolver la unidad estética, se estucó y reintegró cromáticamente con una técnica discernible, terminando el proceso con una protección final, aportando uniformidad y saturación a la policromía.


Para poder dar una lectura correcta de la representación del santo, se realizaron los atributos correspondientes, la palma del triunfo, el crucifijo y el bosnete, siendo éstos realizabilidad y durabilidad- alejándonos en todo momento de intervenciones que dañasen la originalidad de esta.ados nuevamente, ya que los originales no existían.
Esta imagen, hoy recuperada para el culto de los vecinos del pueblo de San Miguel de Abona, no es sólo la representación de un santo, sino algo más, hablamos de una pieza, que aún siendo material, está cargada de simbolismos, sentimientos, espiritualidad, conceptos, valores, arte e historia. Todo esto, aunque parezca mentira, se reúne en esta pequeña imagen. No olvidemos, la obligación que contraemos con las generaciones venideras, de legarles en las mejores condiciones posibles, esta imagen sagrada, objeto del culto de un pueblo religioso.


Revista La Tajea nº 22 año 2006

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